sábado, 5 de junio de 2010

Un cuerpo regalado

Un cuerpo enaltecido por los silencios de una pasión sin frenos, sin escape. Un cuerpo envuelto por el fulgor de tus labios que lo recorren por cada espacio hasta hacer un peregrinaje por tus caderas exaltadas. Los labios torpes, sin límites ni horarios cambian la sintonía de tu voz que en silencio pide a gritos una caricia. Caricias que se imprimen en la piel hasta hacerse aparecer por el afligir de una despedida sin adiós. Mentiras que recubren tus manos que se escabullen por el cerco de una plegaria hecha a los santos para que el día de mañana, tú ser siga perpetuando el olvido sin recuerdos entristecidos.
Las piernas entrecruzadas haciéndose uno en la sincopa de una melodía sin acuerdos previos, sin miramientos por la figurabilidad de un ser que se esgrimió en un llanto de placer. La desnudez congelando un desierto de sensibilidad, llevando hasta lo imposible el sudor de tu cuerpo jadeante, que devora la cama por venir a un encuentro furtivo entre dos desconocidos que se abrazan en la noche desértica de una mirada distante, que se aleja de las cosas. Sin un final predecible se esconde el abanico de sentimientos que esparcen por la habitación un sabor amargo a despedida. No se puede gozar con un cuerpo prestado, no se puede gozar cuando un cuerpo es regalado, no se puede tener un cuerpo cuando lo invade la angustia de no ser para otro más que un pedazo de carne.

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