viernes, 4 de junio de 2010

El gran partido

Ansioso, esperando que la pelota llegue, los demás corrían tras ella; como un fusil incontrolable iba acercándose cada vez más. Expectante, como la primera vez, luego de tanto tiempo, me encontraba de nuevo en el mismo lugar, con las mismas piernas y un par de nuevas, viendo a los chicos enfebrecidos por el fulgor del partido.
Impactado por el febril descontrol del medio campo, que gambeta tras gambeta enraizaban una gran jugada del equipo contrario. Todo parecía que inmóvil no me podía quedar, debía ponerme en acción para ayudar a mi gente. Los muchachos solos no podían hacer nada, ahora era mi turno. Para demostrarles que todavía podía hacerlo, para demostrarme que no todo estaba perdido. No quedaba mucho tiempo, la hora del desenlace se precipitaba. Mi corazón se agitaba como un corcel embravecido, no lo podía controlar. Todo duró una eternidad hasta que de pronto la pelota estrepitosa golpeó contra una de mis piernas de madera, rebotó y un jugador le dio un pelotazo que terminó entre mis brazos y con el cuerpo tirado en el piso, las lágrimas por mis ojos comenzaron a salirse.

1 comentario: